El alza de los precios inmobiliarios en determinados lugares está provocando que el mercado se pregunte a menudo, ¿estamos ante una nueva burbuja inmobiliaria?, ¿se están repitiendo los errores del pasado?.
La respuesta es claramente “no”. Vamos a ver por qué:
La situación económica en España está en vías de mejora pero todavía no ha alcanzado la normalidad. El paro registrado se encuentra ligeramente por debajo del 20% y el déficit público continua muy alto y subiendo. Tampoco los salarios han alcanzado todavía un nivel adecuado, especialmente en los sectores más jóvenes de la población, lo que provoca que los ingresos familiares sigan siendo bajos.
El volumen de nueva obra construida está muy por debajo de lo que fue en la época pre-crisis. Se sigue vendiendo obra nueva poco a poco gracias a que los costes de construcción ya se ajustaron en la compra de solares, materiales, salarios, etc., pero sigue siendo una demanda localizada en las grandes ciudades y con fin residencial, no vacacional ni turístico.
Los bancos no están echando gasolina al fuego. Son muy prudentes en la concesión de créditos hipotecarios: intentan no exceder del 80% de las tasaciones y éstas son ajustadas a su valor real, sin incluir extras ni plusvalías imaginarias.
La demanda de vivienda para parejas nuevas no es muy alta. Las nuevas generaciones tienen bajos ingresos, empleos precarios y con mucha movilidad geográfica laboral. No quieren atarse a una propiedad por muchos años ni a una hipoteca. Prefieren el alquiler, lo que asimismo empuja a este mercado hacia arriba.
La demanda procede en general de inversores que buscan rentabilidad via alquiler que no encuentran en activos financieros; extranjeros que buscan oportunidades inmobiliarias y la calidad de vida mediterránea y finalmente compradores de reposición que venden una vivienda por divorcio, herencia o ampliación de la familia y que deben adquirir otro inmueble que se ajuste a sus nuevas necesidades.
Hay déficit de vivienda de calidad de segunda mano en las principales ciudades, que se encuentre bien localizada y en buen estado. Pero éste déficit no ha disparado los precios que siguen un alza lenta, sin brusquedades, adaptándose bien a la demanda exigente actual. No se están pagando locuras en Barcelona por m2: el comprador sabe comprar y conoce el mercado. Las viviendas que están fuera de precio -y hay muchas así- no se consiguen vender.
Por tanto, sigue siendo ahora un buen momento tanto para vender como para comprar vivienda en Barcelona. Se dan las mejores circunstancias para ello: estamos en un “círculo virtuoso” con los ingredientes ideales para un crecimiento inmobiliario ideal, lejos de crear una nueva burbuja.
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