Las edificaciones están experimentando una profunda transformación, logrando una mejora sustancial en las nuevas construcciones que repercute positivamente en el aumento de la calidad de vida del usuario final.
La tecnología de última generación ha llegado ya al mundo de la construcción, sector al que le ha costado tradicionalmente modernizarse. La digitalización repercute sin duda en la satisfacción del usuario y propietario, ya que permite contar con toda la información necesaria actualizada en tiempo real. Así se agilizan las gestiones, las decisiones se toman más rápido y el control del proyecto es más cercano y exhaustivo.
La tecnología influye también en el modo de realizar la presentación de la vivienda a los interesados. Ahora se podrán hacer de forma virtual y con gran nivel de detalle, lo que supone menos diferencia entre lo que se proyecta y lo que se construye.
Otro punto interesante: según informa recientemente El Mundo, la construcción off-site es un sistema industrializado que se está extendiendo en nuestro país y que consiste en diseñar, fabricar y ensamblar un edificio o vivienda fuera de lo que será su localización final. A día de hoy, cualquier inclemencia meteorológica influye en el ciclo de vida de una edificación, lo cual acaba afectando indudablemente en la entrega al usuario final. El off-site permite construir edificios en plazos de tiempo mínimos, con un transporte rápido y una colocación sin impacto acústico, ambiental o residual. Un proceso industrializado que no crea molestias ni a vecinos ni a la comunidad.
La sostenibilidad es uno de los principios que ya están marcando el futuro de nuestras ciudades y edificios. Uno de los retos que plantea la Directiva 2010/31/UE es que, a partir de diciembre de 2020, cualquier edificio en Europa deberá tener un consumo de energía casi nulo. Próximamente sólo van a poder entrar al mercado aquellos fabricantes o constructoras que sean sostenibles y energéticamente eficientes, lo que va a redundar no sólo en el medio ambiente sino también en nuestros bolsillos. Conocemos el consumo de nuestro vehículo cada 100 kilómetros, pero no sabemos cuántos litros de agua gastamos al mes o cuántos kilovatios de luz la hora. Esto va a cambiar: muy pronto podremos contar con información pormenorizada de todo lo que consume y genera nuestra propia vivienda.
Muchas de las ventajas mencionadas son ya una realidad y otras se están implantando poco a poco, no sin reticencia por parte de algunos agentes del sector que siguen viendo la introducción de la tecnología como un gasto y no como una inversión. Es necesario un cambio de mentalidad que se atreva a apostar por la transformación digital y un nuevo marco de trabajo cooperativo de todo el sector.
La transformación tecnológica ya está aquí para mejorar la calidad de las viviendas, digitalizar su proceso constructivo y con ello reducir su coste, su impacto medio ambiental y la mejora continua de la experiencia vital en cada vivienda.
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